jueves, 30 de diciembre de 2010

Mis sentimientos me advirtieron.

Ojos que no ven, corazón que no siente. Debo de estar ciega. Ando por las calles oscuras de la noche, perdida. No voy borracha, pero sé que lo parece. Me tambaleo, y me caigo. Noto una mano cerca de mi piel, que me ayuda a levantarme. Levanto la vista antes de aceptar la mano, y veo tu rostro. Siempre tu rostro. Así que rechazo tu ayuda. No te necesito, amor. Me levanto, me cuesta, sí, pero me levanto yo sola. Y sigo caminando. Cada vez el paso es más estrecho, mis sentimientos cada vez caben menos por ahí. Me gritan que no siga. Y yo, sin corazón vivo, canto cada vez más alto en la penumbra, para acallar a mis sentimientos que cada vez gritan más fuerte. Sangre que voy dejando tras de mí. Un río de tinta roja marca las calles que estoy siguiendo, sin rumbo, yo sola. Me duele el pecho. Bueno no, me duele más adentro, me duele el corazón. Bajo la vista, quiero ver cual es mi molestia. Y la veo. Veo una gran espina clavada justo en el centro de mi corazón, haciéndolo sangrar. Rechacé tu ayuda porque sólo me hacías sufrir, y me has clavado una espina por detrás. Sin aviso, me caigo al suelo. Cada vez hay más sangre en el suelo, y menos en mi corazón. Estoy en un callejón, a oscuras, perdida, sola. Mis sentimientos me lo advirtieron y no les quise escuchar. Eres traicionero, amor. Me has clavado la espina al no querer caer en tu trampa.
Se me ha nublado la vista. Estoy ciega. Ojos que no ven, corazón que no siente...

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