miércoles, 12 de enero de 2011

Recibiendo al dolor con los brazos abiertos.

Los ví desaparecer, a más de 100km/h, huían de mí. Estaré loca, no lo sé, no me han preguntado. Me abandonaron en esta especie de manicomio, a algunos les gusta llamarla cabeza. Donde todo es raro y da vueltas, las paredes blancas con toques de nostalgia por aquellos recuerdos pasados. Aquí no hay nada más que la cruda realidad. Aquí no puedes refugiarte en litros de alcohol o en pastillas de éxtasis. Los suelos son del mismo color blanquecino y con sus pintadas de tristeza, la tristeza que siente aquel que da la mano y le empujan al vacío. Sé que es difícil de entender, creo que eso me han abandonado en mi soledad, quizás esté loca. No lo sé. En este manicomio de ideas los médicos no son más que la dulce esperanza de volver a pensar con claridad. Revuelos de pensamientos. Llego al final de ese pasillo eterno, siempre blanco, siempre tan nostálgico y triste... Hace tiempo que no sonrío de oreja a oreja. Creo que fuiste tú, tú, tú, siempre tú. Final del pasillo. No me sorprende lo que veo... sí, te veo a tí. Cómo no. Eres lo más grande en mi cabeza, porque creo que en todos mis pensamientos apareces tú. Me trago la nostalgia de los tiempos pasados, me trago la tristeza de no verte a mi lado, y aparece el dolor. El dolor, un viejo amigo mío. Creo que es el único que ha estado a mi lado siempre, el dolor.
Por si no está de visita en tu cabeza hoy, te aseguro que sigue igual que siempre.
Estoy loca, no es ya una duda. Hace falta estarlo, porque estoy recibiendo al dolor con los brazos abiertos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario